Mendelssohn rompe todos los esquemas de lo que podemos esperar de un artista romántico. Su nombre, Felix, le cuadra perfectamente. Tras sus estudios universitarios, decide dedicarse a la música, su familia, de buena posición económica, no sólo no le pone ninguna pega sino que incluso le costea un viaje de tres años por toda Europa, de donde sacaría la inspiración musical para muchas de sus obras. A los 24 años se dedica, como director de orquesta, a recuperar la obra íntegra de autores como Bach o Haendel. Murió pronto, a los 38 años, pero no por tuberculosis como otros de sus contemporáneos sino por el agotamiento que le produjo su trabajo intenso y dichoso. Este primer movimiento de su Sinfonía italiana me parece apropiado para el inicio de las fiestas de primavera que celebramos en Murcia. Podemos imaginar al joven Mendelssohn exaltado por la primavera italiana.
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